Por Carla Tapia Ingeniera Civil Hidráulica, Docente y Graduada MIE UC

Cuando decidí estudiar ingeniería, hace ya 25 años atrás, mi meta era poder contribuir en el desarrollo del país, diseñando, construyendo e implementando obras civiles que cumplieran con tal objetivo, persiguiendo la sustentabilidad y el crecimiento comunitario. Cuando por fin me titulé y empecé a ejercer mi profesión, lo hice en un rubro que en general es visto como algo súper enfocado en la rentabilidad privada, esto es la minería.

En principio, había mucho prejuicio respecto a que la minería es una industria que no es amigable con el medio ambiente y que es bastante invasiva en los lugares de emplazamiento, sin embargo, varios profesionales como yo, querían darle otra mirada. En todos estos años, me he dado cuenta que la minería contribuye muchísimo al país con foco en la sustentabilidad, ya sea apoyando a las comunidades en donde está inmersa, programas laborales y de crecimiento, entre otros.

¿Por qué toco este tema? Porque parte de ser ingeniera, tiene que ver con eso, contribuir.

Muchas veces se piensa que los ingenieros tienen la cabeza cuadrada, que sólo piensan en números y que desarrollan proyectos poco amigables con foco en el retorno económico para su empresa, sea cual sea el rubro. Déjenme decirles que no estoy de acuerdo. Una de las cosas que me encanta de ser ingeniera es esta flexibilidad en lo que una puede lograr y lo importante que es tener la mente clara en lo que una está haciendo, estar convencida en que tu proyecto es una mejora social y de desarrollo para nuestro país (¡o el mundo!). Trabajar como ingeniera implica muchas cosas: realizar diseños que sean lo suficientemente robustos para que cumplan con su objetivo (sea cual sea éste), que sean óptimamente realizados para efectivamente resguardar los recursos con los cuales se desarrollan, que sea realizado de manera segura, resguardando a quienes cumplen el rol de construirlo o ejecutarlo, que el entorno en el cual se desarrolla tu proyecto no sea afectado ambientalmente (y que de ser así, la mitigación sea suficientemente buena para que sea sustentable), que las comunidades en que esté inmerso tengan una mejora en su calidad de vida… y suma y sigue. Cuando uno redondea la idea, puede certeramente decir que un ingeniero no puede ser cuadrado.

En lo personal, mi carrera como ingeniera ha sido un gran acierto, me ha brindado éxitos profesionales y permitido conocer a muchas personas que han sido un aporte real en mi vida. Las decisiones que he tomado me han llevado a recorrer muchos países, distintas empresas, ver proyectos desde su concepción hasta su ejecución y operación (que siempre tiene algo de romanticismo, como alguien me mencionó por ahí) y hoy por hoy, he tenido la oportunidad de entregar parte de mis conocimientos a otros ingenieros, a través de la docencia.

Soy una agradecida de las oportunidades, pero también reconozco las buenas decisiones que he tomado, estudiar y ejercer como ingeniera es una de ellas y debo decir que no creo mucho en la suerte, sino en el camino que cada uno es capaz de forjar.

 

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